Focaccia sin amasado

Focaccia sin amasado
PREP
30 min
COOK
6h 30min (incluidos levados)
1 unidad
fácil
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La focaccia es de esos panes ideales para tomar de aperitivo, pero además, ésta versión, es sin amasado lo que simplifica su elaboración.

El finde pasado estuvimos con unos amigos comiendo en La Tagliatella. Como no podía ser de otra forma, para entrar en ‘calor’, pedimos unos Pane de la Tagliatella. Esos bastoncitos de tomate, cebolla y aceitunas que hacen las delicias de los pequeños… y los no tan pequeños. Y fue en ese momento cuando mi mujer me dijo, a ver si haces un día algo parecido. Pues dicho y hecho. Y como siempre hay que empezar por el principio, antes de meter más ingredientes y complicaciones, hice una focaccia lo más simplona posible. Una focaccia sin amasado.

Bien, bien… pero vamos a dar un poco más de culturilla general Qué es una focaccia? Diremos que una focaccia es un pan típico italiano, más bien grueso y que es crujiente por fuera y tierna por dentro. En general, la focaccia se elabora con harina, aceite de oliva virgen extra y sal, a la que a menudo se añaden hierbas aromáticas. Dado su éxito y que es muy versátil, os podéis imaginar la cantidad de variaciones con otros ingredientes que podéis encontrar. Cualquiera de ella, seguro está de vicio.

Como os comentaba, ésta era mi primera vez que hacía este tipo de elaboración, y por eso he ido a lo más básico. Una focaccia sin amasado con los ingredientes más simples: aceite y sal. El resultado… espectacular. Tanto, que como te descuides un poco y tengas a mano un par de cervecitas frescas, te la acabas en una sentada. Es difícil parar de comer. Si os animáis a hacerla, veréis como no estoy exagerando.

Ahh, para que no se os eche el tiempo encima, deciros que aunque no tenga amasado, sí que necesita de sus reposos para los levados. Tenedlo en cuenta en la planificación. Yo lo calculé para hornearla por la tarde, y ya os digo, si no echamos el freno, no llega ni al día siguiente

Ingredientes

  • 590 ml de agua tibia
  • 21 g de levadura fresca
  • 15 g de miel
  • 25 g de harina de fuerza
  • 10 g de sal fina
  • 4+2 c/s de aceite de oliva virgen extra
  • Sal en escamas
  • c/n de mantequilla
      Molde de 36x25cm

    Abreviaturas

    • c/s: Cuchara sopera
    • c/p: Cuchara de postre
    • c/c: Cuchara de café
    • c/n: Cantidad necesaria

    Elaboración

    1. En un bol grande mezclamos el agua tibia, la levadura desmigada y la miel. Removemos hasta que la levadura quede disuelta.
    2. Dejamos reposar 10-15 a temperatura ambiente mientras comienza a activarse la levadura.
    3. Añadimos la harina y la sal fina (los 10g) y removemos, con la ayuda de una cuchara de madera, hasta conseguir una masa homogénea y sin grumos. Hay que tener en cuenta que la masa quedará muy líquida y pegajosa. No os preocupéis, es normal.
    4. En otro bol limpio, echamos cuatro cucharadas de aceite de oliva virgen extra y añadimos la masa anterior. La volteamos para que se impregne bien en el aceite, y dejamos levar durante tres o cuatro horas (hasta que doble su tamaño) tapada con un trapo de cocina.
    5. Una vez doblado el tamaño de la masa, y con la ayuda de una rasqueta, plegamos la masa desde los extremos hacia el centro. Bastará hacerlo desde los cuatro puntos opuestos de la masa (como si tuviésemos las puntas de una cruz).
    6. Ahora, es el momento de pasar la masa al molde rectangular donde vamos a hornearla. Antes de ello, lo engrasaremos con mantequilla y una vez listo echamos otras dos cucharadas de aceite de oliva virgen extra en el centro del molde, y sobre éste, la masa.
    7. Volteamos de nuevo la masa para que impregne del aceite y dejamos que vuelva a levar por periodo de dos horas en un lugar cálido y sin corrientes de aire (por ejemplo, dentro del horno sin encender). Durante este tiempo, la masa se extenderá por todo nuestro molde.
    8. Transcurrido el tiempo, vamos calentando el horno a 235º con calor arriba y abajo. Dejamos que alcance la temperatura.
    9. Nos aceitamos ligeramente los dedos de las manos y presionamos la masa con las puntas de los dedos. Sí, sí, como si estuviésemos tocando el piano. Esto hará que baje la ligeramente la masa así como que desaparezcan las burbujas que pudiesen haber salido.
    10. Espolvoreamos con escamas de sal la superficie de nuestra masa y añadimos un último chorrito de aceite de oliva virgen extra.
    11. Metemos en el horno a media altura, y horneamos durante 25-30 minutos hasta que la se dore la superficie de nuestra focaccia.
    12. Una vez lista, sacamos del horno y dejamos enfriar antes de consumir.

    Para tener en cuenta

    • Ya os comentaba que una vez la hemos dejado enfriar está deliciosa, tanto, que es difícil parar de comer. Aún así, si aguantáis la tentación, deciros que es un pan que aguanta bien un par de días. Si veis que se reseca un poco (es conveniente guardarla envuelta o en un tupper) podéis echarle un poco de aceite o darle un golpe de tostador o vuelta y vuelta en la sartén.
    • Aunque esta focaccia podéis tomarla tal cual, ni que decir tiene que se puede acompañar de cualquier cosa. Un poco de buen jamón ibérico con esta focaccia y una cerveza fresca o vasito de vino tinto puede convertirse en un manjar de reyes
    • La de hoy es una focaccia simple pero si queréis darle otro toque, antes de hornear, podéis añadir casi cualquier tipo de ingredientes por encima de la masa. Cebolla, tomate, anchoas, orégano o jamón son algunas ideas. Podéis experimentar y hacer las elaboraciones que más os apetezcan. Yo no tardaré mucho en hacer otra versión

    Para finalizar, os dejo un par de imágenes más donde podéis ver la focaccia recién salida del horno (donde se aprecian la sal en escamas), y el corte de unas rebanadas para que veáis la de alveolos que tiene este tipo de elaboración. ¿A que se aprecia que es crujiente por fuera y tierna por dentro?

    Focaccia sin amasado (composición)

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